¿Me recuerdas?

El otro día me acordé de ti.

No un hecho específico, no una frase, no un lugar, no una herida.

Sólo llegaste como imagen. Como un fragmento en movimiento a mi memoria. Eras un GIF infinito…

Me sorprendió la precisión con la que recordé tus ojos… tu mirada, que siempre parecía que estudiaba algo, pensada, pensando.

Esa forma en que mirabas… esas formas en las que me mirabas… me sentía tan juzgada, pero deseada, pero evaluada, pero incomprendida. Recordé la sensación incomoda y provocadora que me recorría cuando me veías como si te preguntaras “qué cosa era yo”, por alguna razón esa mirada me hacía sentir rara pero atractiva.

También recordé con ternura todas las veces que me sentí chiquita bajo tu mirada, todas las veces que sentía que me hacía falta tanto por entender, todas las veces que tuve la certeza de que nunca sabría quién eras con la misma certeza que tú me conocías a mí. Todas las veces que bajo esa mirada decidí ponerme en tus manos con la sospecha de que dolería.   

Recordé claramente la forma de tus labios… esos labios…

Lo que esos labios me mostraron, lo que esos labios descubrieron en mí. Las olas de sensaciones, emociones, temperaturas, deseos, retos, conexión que conocí en esos labios. La forma en que mi mente parecía apagarse y al mismo tiempo encenderse en tus labios, la manera en que el tiempo dejaba de existir. Las formas en las que eran todo y nada…

Tu boca.

Parecía que veía de frente esa sonrisa tuya, tus sonrisas… la que ponías frente a todos, la que usabas para burlarte de los demás… pero también esa, que de vez en vez, se escapaba de tu boca cómo un niño sorprendido o descubierto en una travesura… me di cuenta de las pocas veces que te vi sonreír así… me sorprendió que entonces no notará que había un tú, que se escapaba del velo detrás de esa sonrisa.

Con el paso de los años, con el dolor menguado, a veces me sorprende la cantidad de cosas que se me escaparon, que estaban ahí y no vi, que como tú dijiste “te falta tanto por entender”.

Ahora que recuerdo esa sonrisa me vuelvo a preguntar cómo no vi la máscara, qué de todo lo que recuerdo estaba detrás y qué delante. Qué era solo para mí, qué fue maquillaje, qué solo sucedió.

Mi recuerdo pasó por tus manos… esas manos tan suaves y firmes, que igual me limpiaban una lágrima que me marcaban una vuelta para bailar… que estaban ahí siempre en mi mano, en mi cara, en mi cintura… pero que también rechazaban muestras de ternura en medio de una fiesta… esas que me llevaban por la calle, con seguridad y en las que siempre me abandone. Esas manos en las que me sentía tan ausente, tan dispuesta a “dejarme llevar”.

Esas manos que tuvieron mi corazón, palpitando tanto tiempo.

Vi otra vez tu cuerpo largo y cálido. Me acordé de cómo se sentía abrazarte, dejarme rodear por ti, de cómo se esfumaba el tiempo mientras estabas cerca, de la manera en que encontré en tu cuerpo un refugio, un cómplice, un lugar de descubrimiento… lo que yo aprendí entre tus brazos, lo que todavía hoy entiendo sólo con recordarlo. Ese cuerpo tuyo que me enseñó tanto de mí.

Te recordé… y sonreí… por esa “yo”… por ese “tú”… por ese temporal y al parecer tan infinito “nosotros”.

 Y luego como si despertara de un hechizo… como si se encendiera en un salón oscuro una vela que de a poco la ilumina completa… surgió una pregunta… que tuve que venir a escribir… a exorcizar… ¿me recuerdas?

¿Qué recuerdas de mí?, ¿es una imagen clara o borrosa?, ¿huele?, ¿sonríes?

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